Baño de alginato

 Aunque preparar el baño es en principio sencillo, hay algunos detalles con los que debes tener cuidado.

El agua: si el agua de tu grifo es dura, la presencia de iones de calcio interferirá inmediatamente con el alginato y reducirá su capacidad de actuación. Ante la duda, utiliza agua mineral o mejor aún, agua destilada.

La temperatura: la hidratación del alginato se hace mucho mejor con agua fría. Ayuda por tanto tener la previsión de enfriar el agua antes de preparar la mezcla.

La dosis: usa una balanza de precisión y calcula bien la proporción de 0,5% para el alginato (por ejemplo, 5 g de alginato por cada Kg de agua, es decir, por cada litro).

Evitar los grumos: el alginato puede formar grumos si se añade demasiado deprisa. Alrededor de estos grumos se puede formar una capa gelatinosa que es muy difícil de disolver. Lo suyo es añadir el alginato poco a poco, muy esparcido y mientras bates la mezcla con una batidora. El uso de una batidora de vaso o de mano es muy importante, casi imprescindible, aunque con algo de pericia y paciencia se puede hacer batiendo a mano.

Reposo: hay que esperar al menos una hora después de mezclar para que el alginato se hidrate completamente. La mezcla al principio es turbia y se va aclarando con el tiempo. Un baño de alginato cuando esté listo debe ganar en transparencia y no tener burbujas de aire en su interior.

Con estos consejos en mente, ya puedes ver cómo se prepara la solución.

Medimos el volumen de agua fría y pesamos el equivalente al 0,5% de alginato. Por ejemplo, para 500 ml de agua (que son 500 g de agua) prepararemos 2,5 g de alginato. Ponemos el agua en una batidora, ponemos esta en marcha y vamos añadiendo muy poco a poco y muy espolvoreado el alginato. Batimos unos segundos más y pasamos la mezcla a un cuenco y metemos este en la nevera. Esperamos al menos una hora antes de usarlo.

Esta mezcla es muy estable en frío por lo que puedes conservarla durante semanas en la nevera.